Thursday, May 10, 2007

Expectativas: Cuándo lo que esperamos de los otros no sucede

Expectativas: Cuándo lo que esperamos de los otros no sucede
Por Damian Goldvarg

Para poder vivir en sociedad es necesario desarrollar acuerdos con la gente que nos rodea. Esto nos permite poder convivir con relativa armonía y satisfacer nuestras necesidades mutuas. Hay acuerdos que se discuten abiertamente y otros que no, que se dan por obvios. El problema es cuando eso que damos por obvio, no lo es tanto para los otros. Para poder satisfacer nuestras expectativas, es decir, lo que nosotros esperamos de los otros, el primer paso es claramente definir qué es eso que esperamos. No podemos pretender que los otros puedan leer nuestra mente. Si no somos claros en relación a lo que necesitamos de los otros, no podemos esperar que satisfagan esas necesidades. Veamos algunos ejemplos. Si quedamos en encontrarnos con un amigo, le podemos pedir que nos llame al teléfono celular si se va a retrasar para saber qué está pasando y por qué no llega a tiempo. Pero si nosotros no hacemos ese pedido, quizás nuestro amigo considere obvio que no está llegando a tiempo porque está retrasado y que no necesita llamarnos para avisarnos porque nosotros nos daremos cuenta de eso. Me pueden decir que llamar por teléfono para avisar que llegaremos tarde es un acto de cortesía y respeto mutuo y que esperar que nos llamen si están retrasados es algo obvio que no necesita pedirse. Pero… ¿es tan obvio? ¿Cuándo tú te retrasas, llamas para avisar que no llegarás a tiempo? Veamos otros ejemplos. Para nuestro cumpleaños esperamos que nuestros amigos cercanos y familiares se acuerden de nosotros y nos llamen para saludarnos. Pero si no nos llaman, es porque quizás se olvidaron. ¿Qué significado tiene eso? ¿Qué no somos importantes para ellos? Si no nos llaman, ¿tenemos derecho a enojarnos? ¿Es necesario que le hagamos saber a la gente que nuestro cumpleaños es importante para nosotros y que esperamos que nos llamen? Quizás hay personas a las que no les importa mucho que les llamen para saludarles y tampoco llaman a otros. Por lo tanto, el no llamar a sus amigos o familiares para su cumpleaños no tiene un significado importante para ellos pero puede tenerlo para los otros. Si tenemos un examen importante o una experiencia en nuestras vidas que es única o desafiante, también esperamos que los que están cercanos a nosotros demuestren algún tipo de interés y nos llamen para alentarnos, desearnos suerte o preguntar cómo nos fue. Pero si eso no sucede, puede ser que nos desilusionemos, o cuestionemos nuestras relaciones. Lo que me pregunto es hasta qué punto es realista tener estas expectativas. Algunas de estas expectativas tienen que ver con el interés de los otros a nuestra persona. Pero que no hagan lo que nosotros esperamos, ¿significa que no nos quieren o que no somos importantes para ellos? Quizás sea necesario explorar un poco más nuestras reacciones y averiguar qué es lo que llevó a los otros a tener ese comportamiento que nosotros no esperábamos. A lo mejor sólo se olvidaron. Todos somos humanos, cometemos errores, y tenemos olvidos. Diferentes personas tienen diferentes formas de demostrar su cariño e interés en nosotros. Lo que sería un comportamiento natural para nosotros, puede que no lo sea para los otros. Saltar a conclusiones rápidamente puede llevarnos a desarrollar ideas equivocadas. ¿Qué podemos hacer para evitar esto? Primero clarificar con los otros cuáles son nuestras expectativas, que es lo que esperamos y si eso no sucede preguntar las razones por los comportamientos de los otros. Es decir, poder entender por qué hicieron o no hicieron algo. El entendimiento de los otros puede evitar que saltemos a conclusiones erróneas y desarrollar relaciones saludables. Finalmente, es importante explicar a los otros porqué esperamos lo que esperamos e intercambiar promesas sobre qué comportamientos nos comprometemos desarrollar en el futuro y que es también lo que esperamos de los otros en ese futuro.

Decisiones Difíciles

Decisiones Difíciles
Por Damian Goldvarg

Todos estamos tomando decisiones continuamente. Desde la ropa que nos ponemos por la mañana, lo que comemos para almorzar, hasta lo que vamos a ver por la televisión. Algunas decisiones son automáticas y no requieren de mucha reflexión. Pero hay decisiones que pueden ser más difíciles porque implican a otras personas o pueden tener consecuencias duraderas. Es decir, que hay decisiones que van a afectar a otros y con las que vamos a tener que vivir, a veces, por el resto de nuestras vidas. Esas decisiones no se pueden tomar ligeramente. Requieren una evaluación cuidadosa. En esos momentos es cuándo podemos encontrar dificultad para pensar claramente porque nuestras emociones pueden estar haciendo cortocircuito. Nuestros sentimientos muchas veces no nos permiten identificar claramente las consecuencias de estas decisiones. Por ejemplo, el miedo puede ser un gran enemigo en los momentos de tomar decisiones importantes. Un poco de miedo es necesario. Si hacemos elecciones fríamente y no tomamos en cuenta como afectará a otras personas, podemos llegar a perder relaciones que valoramos. En ciertos momentos perder estas relaciones es lo necesario para alcanzar nuestros objetivos o quizás sean relaciones de las que necesitamos tomar distancia. Pero otras veces no es le caso. El miedo también puede ayudarnos a adelantarnos y prever las posibles consecuencias negativas de nuestra decisión. Pero si el miedo nos paraliza y no nos dejar tomar la decisión que necesitamos hacer, el resultado puede ser que perdamos oportunidades importantes para nosotros u otros. A veces el miedo es ridículo. Por miedo no nos acercamos a hablar con alguien que no conocemos o pedir algo que necesitamos. Por miedo a lo desconocido podemos quedarnos en trabajos que no nos satisfacen o en relaciones que no son saludables. Es importante darse cuenta que no tomar una decisión, es una decisión en sí misma. Es decir, si decidimos no hacer nada y quedarnos en nuestro trabajo, seguir viviendo en un lugar que no nos gusta, o seguir una amistad con personas que no comparten nuestros valores, entonces estamos decidiendo no tomar una decisión. Eso no es bueno ni es malo. En la vida no hay garantías de nada. Hay algunas preguntas que pueden ayudarnos en estos momentos: ¿Hay algo en nuestra vida incompleto, que no hemos terminado y que nos gustaría completarlo? ¿Qué es lo que realmente queremos? ¿Qué necesitamos hacer para lograrlo? ¿Estamos conformes con nuestras vidas o nos contentamos solamente con lo que tenemos?¿Estamos prorrogando una decisión por mucho tiempo porque estamos paralizados por el miedo? Muchas personas prefieren postergar la decisión para el futuro y no se dan cuenta que ese futuro nunca llega. Si necesitas tomar una decisión difícil hay algunas cosas que puedes tener en cuenta: identifica una persona que consideres que tiene la información o experiencia de vida necesaria para aconsejarte. Tus amigos puede que sean o no los mejores consejeros. Al final de cuentas, tú eres el que va a vivir con la decisión, así que debe ser solo tuya, pero otras personas te pueden ayudar no a tomar la decisión pero a ver otras posibles perspectivas. La mejor ayuda que puedes pedir no es la opinión sobre que decisión debes de tomar, pero ideas que te ayuden a tí a tomarla. Otras perspectivas, otros ángulos, otras posibilidades que quizás no habías tenido en cuenta. Segundo, evalúa los “pro” y los “contra”. En una hoja de papel escribe todas las ventajas y desventajas de cada decisión. Sigue un razonamiento usando la lógica. El verlo escrito ayuda a clarificar y pensar más efectivamente. Tercero, evalúa diferentes escenarios. Es decir, reflexiona sobre las posibles consecuencias de cada decisión. Cierra los ojos y visualízate a ti viviendo las consecuencias de cada decisión. En este caso en vez de enfocarte en la lógica y las razones, te enfocarás en una perspectiva global que incluye a las emociones. Cuarto, hazte la pregunta, ¿Qué es lo peor que puede pasar? Cuando tengas la respuesta, vuélvete a hacer la pregunta y haz lo mismo varias veces. Al final, probablemente, te darás cuenta que la peor de todas las consecuencias quizás no es tan mala como te lo imaginabas. Finalmente, cuando tengas que tomar una decisión recuerda que toda elección implica ganar algo y perder algo. Siempre hay que elegir hacer o no hacer algo. Si lo que vas a perder es muy importante para ti y es mayor que la ganancia, entonces quizás lo mejor es mantener el “status quo” (dejar las cosas como están). De una manera u otra, tomar decisiones difíciles no debe de hacerse a la ligera. Encuentra un momento para caminar por la playa o el parque o en el gimnasio para reflexionar y busca apoyo emocional si es necesario. A veces, nos arrepentimos de las decisiones que tomamos. Somos humanos y eso es parte de estar vivos. El poder aprender de esas experiencias es lo que nos permite no cometer los mismos errores en el futuro.